
Está comprobado que la música penetra no solo por los oídos sino por la piel ya que ésta tiene elementos sensibles a las ondas sonoras. De ahí que el susurro del viento entre los árboles o de una vertiente, produzcan efectos tonificantes, de placidez y tranquilidad. Pero en un centro comercial o en las estaciones de trenes, algunas personas hasta se ponen nerviosas y malhumoradas. No interesa que el sonido sea de altos decibeles.
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